Oscar Juárez: «Nací para ser peluquero»

“Tomé la decisión de ser peluquero cuando terminé el secundario” dijo sonriendo ante lo que parecía un recuerdo grato, aunque un instante después se puso más serio y agregó: “antes a esa edad no tenías opción, tenías que estudiar o trabajar”.
 
Y por si quedaba alguna duda recordó que “cuando era chico mi mamá era muy coqueta y se arreglaba mucho, tanto que iba dos veces por semana a la peluquería. Y antes los chicos no se quedaban solos en la casa ni fuera de ella, así que yo iba con ella y volvía con ella. Fue así que, de tanto ir y ver, me terminó gustando el oficio. No tengo dudas de que nací para ser peluquero”
 
Oscar Juárez Nació en Luján y pasó su infancia y adolescencia en el barrio porteño de Villa Devoto. Estudió peluquería en una academia que estaba a media cuadra de su casa, en Segurola y Juan B. Justo y a punto de cumplir los 17 obtuvo su título, en diciembre de 1969.
 
En el living de su casa, Oscar le contó en une larga charla a 94Veinte Magazine que “como mi especialidad eran los ‘peinados de alto’ (peinados de novia) y otros estilos como los peinados ‘Eva Perón’, o ‘Español’, ‘Griego’ y toda esa línea, empecé a trabajar enseguida y así tuve la suerte de que me contraten en muchos salones importantes de Buenos Aires”. “Incluso –agregó- mi mamá me ayudaba en eso de buscar los lugares a dónde yo tenía que ofrecer mis servicios”.
 
“Mi primer buen trabajo fue en Los Incas y Triunvirato, en un salón que se llamaba Loly donde estuve un tiempo. Después me fui a otra peluquería en Maipú y Laprida, Vicente López; de ahí a Villa del Parque en una peluquería de Billingurts y Juncal, donde iban esposas de presidentes, diplomáticos y ministros, y donde no había que hablar mucho, cosa que en mi caso era muy difícil (risas)”, recordó.
 
Las vueltas de la vida hicieron que en 1975 Oscar perdiera a su mamá y que luego de eso contrajera enlace en septiembre del 76, para luego, en 1977 llegara su primera hija y finalmente venir con su familia a Río Grande, en octubre de ese año, es decir hace 44 años justo en este octubre.
 
Oscar llegó como muchas de las personas que fueron llegando con los años: “fue a través de Gabriel Ortega, familiar de mi ex esposa que nos visitó en Buenos Aires, que ya estaba acá con su familia. Incluso actualmente algunos viven acá aún. Y fuimos viniendo. Primero llegué yo y ni bien llegué me fui a vivir al Hotel Argentino y la verdad es que no había nada e incluso éramos muy pocos habitantes. Recuerdo a Doña Franca que vivía en la esquina de enfrente al hotel, estaba La Casa de las Alfombras, la Feria Franca, un solo local de La Anónima y Sados, un supermercado de los militares, todos muy buena gente”.
 
En su recorrido memorioso contó que empezó a trabajar en seguida que llegó en el salón de belleza que tenían Tito y Juana Tela, la Boutique Jannet, en San Martín al 700. “Me acuerdo que ya estaban en ese tiempo las peluquerías Diógenes, El Changuito, Fava y también me acuerdo de otras dos peluqueras que estaban trabajando, una señora de apellido Salinas y Estelinda”.
 
Lógicamente Oscar mencionó el notablemente crecimiento que tuvo Río Grande en los años sucesivos, “sobre todo con las fábricas –dijo-, eso fue determinante y provocó una explosión de gente que vino a trabajar. Yo jamás creí que esta ciudad crecería tanto…”
 
“Lo mejor que me pasó fue atender a tantas señoras y novias de la ciudad y también las reinas de la Tercera Edad, a quienes acompañé durante muchos años y eso me permitió peinar a las restantes 23 reinas de todo el país, una de cada provincia. Creo que ese es uno de los mejores recuerdos que tengo”, comentó. 
 
Se define como peluquero, “nada de estilista o coiffeur”, dice, y resalta que posiblemente esas definiciones se deben “a los distintos estilos y a los cambios de moda que se fueron dando con el tiempo respecto del cabello y su uso, ya sea corto, tipo americano o corte Humberto como antes o bien cortito, modelado, centroamericano, como se usa ahora, pasando por el pelo largo, tipo Beatle que durante tantos años se usó”.
 
En cuanto al sector, Oscar Juárez admitió que se trata de “un gremio difícil, porque cada uno tiene su estilo y también es cierto que cada uno se siente el mejor o la mejor” y que ve muy bien a “las nuevas camadas de peluqueros y barberos que se están instalando y empezando”.
 
Y agregó que “los barberos están trabajado porque se viene usando mucho la barba y eso está bueno. Yo, que uso barba desde los 24 años, estoy acostumbrado a atendérmela, ahora mi barba ya es toda blanca, parezco Papá Noel, pero si me saco la barba estoy seguro que doy lástima (risas)”.
 
Desde distintos lugares de la casa muchas fotos, desde los portarretratos, parecen seguir atentamente la charla y se notan algunas transiciones que hacen convivir muebles y cuadros antiguos, con espejos y luces modernas. Su mirada amigable, que según lo que esté diciendo se puede volver filosa y aguda, acompaña su cotidiano y acostumbrado buen humor y pareciera que solo reniega con algunos mensajes que le llegan al teléfono, a pesar que desde allí maneja bien suelto de cuerpo sus redes sociales.
 
Sobrio y elegante, luciendo una de sus tantísimas corbatas, dijo muchas cosas durante la nota. Desde que sigue tomando muchas pastillas de carbón cada vez que tiene que subirse a un avión, hasta que no le importa la edad que tiene y por eso sigue trabajando, porque “los peluqueros trabajamos mientras nos den las manos y no tengamos problemas con ellas”.
 
Profundamente creyente, se definió como “ecuménico” ya que “debo ser de los pocos que siendo evangélico también me manejo con el catolicismo” y tal vez por eso dejó una frase más que clara: “seas de la religión que seas, o del partido político que sea, cuando hay una necesidad hay que ayudar, tenemos la obligación de ayudar”.
 
Y en el final se sintió afortunado de haber sido testigo del centenario de la ciudad: “Río Grande es uno de los mejores lugares de la Argentina para vivir. Quienes se bajan del avión para quedarse, acá en pocos días ya es un personaje. En cambio, en otros lugares, te ignoran”.
 
Oscar Juárez, genio y figura…
 
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