Río Grande versión Mingo Gutiérrez

Una mesa del Roca, esas individuales de 50 x 50, fue suficiente para compartir un café con Mingo Gutiérrez y hablar de la historia de Río Grande, a propósito del Centenario, pero a través de su historia personal. Incluso, mucho más allá del archivo que armó “ordenado alfabéticamente apellido-nombre con dos mil y cuatrocientos y pico de entrevistas”; o sin siquiera hablar del libro que junto a un equipo de personas pudo realizar por estos 100 años y menos de sus más de cuatro décadas años en Radio Nacional y en otros medios y proyectos de los cuales participó. No. Nada de eso. Fue como un contar su vida, su historia…

“Siempre que una persona habla y cuenta sobre el pasado, lo que hace es contar la historia oficial según la persona, es decir, ‘su’ historia oficial”, disparó de entrada.

Y aclaró: “yo hice entrevistas a personas de Tierra del Fuego durante más de 40 años y no tengo presente que alguien haya hablado mal de sí mismo. Ahora, de los demás sí… Eso es porque existe una tendencia a recordar los defectos ajenos y no los propios, lo cual es propio de la condición humana. Así construimos un relato que tiene que ver con una parte del ayer y eso haba mucho de lo que se recuerda, pero también de lo que se olvida. Por ejemplo, tengo un amigo acá que cuando hablamos, me habla de él y de su pueblo en la provincia de Buenos Aires, de lo que vivió allá. Pero nunca me habla de lo que vivió acá”.

Con visible entusiasmo habló de sus padres, de su familia: “en el 55 mi familia emigró a Punta Arenas, de donde era mi mamá. Mi papá era de Temuco, bien al norte de Chile. Él era trabajador y dirigente sindical portuario. Y simpatizaba con el peronismo. Al producirse el golpe de la Revolución Libertadora que derroca a Perón, los militares les sacaron a todos los obreros peronistas la libreta de estibador mediante la cual mi padre podía trabajar. Por eso emigramos a Punta Arenas cuando yo tenía dos años”.

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Mingo recordó ahí que “la primera imagen de Río Grande que tengo no es una que recuerde, es decir una imagen propia, porque tenía apenas dos años, sino una que me contaron de cierta vez que nos visitó mi tío. Él vino a nuestra casa a comer y trajo una cámara fotográfica de esas que sacaban hasta 6 o 12 fotos que eran los únicos rollos que había entonces hasta que en 1957 don Sorja trajo por primera vez un rollo de 35 mm. El punto es que al irse de mi casa mi tío nos sacó varias fotos afuera, pero parece ser que en un momento yo entré a la casa y me tomé los restos de agua con vermú que había en los vasos que aún estaban sobre la mesa. Terminamos en el hospital porque yo estaba muy descompuesto y fue allí que el Dr. Espola, médico de la Armada que atendía por las tardes a la población civil, les dijo a mis pares que yo me había emborrachado. Años después, en 1999, al cumplirse 50 años de la explotación del petróleo en Tierra del Fuego, hicimos un trabajo con Néstor Ortiz, encargado por la gente de Petróleo y Gas, para testimoniar lo hecho en tantos años. Entre las entrevistas que hicimos, tuvimos que ir hasta Comodoro Rivadavia para ver al Dr. Espola que había dejado la Armada y estaba en YPF. Entonces le mencioné que en el año 54 él había atendido a un niño de 2 años por haberse emborrachado ¡y se acordaba! Y le dije que aquél niño era yo…”

En el medio de eso, Mingo y sus padres volvieron con el frondicismo en el 60 a Río Grande: “fuimos a vivir a Alberdi 294, casi esquina Espora, donde funcionaba el Bar, Pensión y Cantina Colo Colo, que era de mi tío, don Abraham Vázquez, quien había sido un líder sindical en Puerto Natales y también era presidente del Club San Martín, que siempre fue el club de la familia. La primera imagen que recuerdo de entonces fue la noche de nuestra mudanza a Río Grande, en un camión, desde donde podía ver antorchas de fuego al costado del camino, producto del escape de gas de las perforaciones que se hacían, que se incendiaban para evitar riesgos de explosión. Ese gas llegaba en gasoducto a Río Grande y fue por eso que al llegar a la pensión me mostraron que la cocina funcionaba a gas, y no a leña o carbón como casi todas en ese tiempo. Eso me hizo sentir que Río Grande, a pesar de ser más chico que Punta Arenas, era una ciudad de vanguardia”.

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Pero, ¿cómo fue que Mingo Gutiérrez se hizo periodista y luego estudioso de la historia o historiador y hasta construyó una carrera de 41 años en Radio Nacional? Él cuenta que en su casa “siempre se leía y luego se hablaba de lo que se leía”; que se hablaba de historia porque la historia estaba en la memoria de su papá, Oscar Gutiérrez Carrillo; o de su mamá, Margarita Martinoch.

Mingo contó que aquellos inicios fueron “escribiendo en el periódico escolar ´Juventud’, en el secundario del Colegio Don Bosco donde, “con el tiempo y la modernidad empecé a andar con una cámara fotográfica, una Minolta 7S NS Matic, sacando fotos para el períodico”.

Así, recordó que en el 69 “se inauguró el Roca y todos iban a hacer vida social. Yo era chico y aún no tomaba café, pero me gustaba ir a tomar una Fanta; y como todavía no hacían el lomito, comía el especial de jamón y queso, que se podía pedir frío o caliente y con corteza o descortezado. Al lado estaba el Anexo y al lado el cine”.

Con una memoria como si hubiera ocurrido ayer, Mingo explicó cómo fue que decidió siendo un jovencito que dedicaría su vida al periodismo: “una noche en 1970 salimos del cine con unos amigos después de ver la película ‘Z’, dirigida por Costa-Gavras y nos sentamos en esa mesa de allá (señaló la mesa ubicada entrando a la derecha) y ‘Patulo’ Andrade me dice: ‘¿cómo te verías con trajecito blanco, moño negro y tu camarita fotográfica, como el periodista de la película (Jacques Perrin)?’. Y yo le dije ‘me vería muy bien’. Y me respondió: ‘bueno, esa puede ser tu vida. Te vas a trabajar con ‘Patita’ Morales al diario (Semanario La Base Austral), podés ser su periodista’. Él me lo dijo entre risas, en broma, pero yo me lo tomé muy en serio”.

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Y así fue como Mingo Gutiérrez se fue a estudiar a la Escuela Superior de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata, aunque, paralelamente, también estudió Agrimensura.

De regreso en Río Grande continuó recopilando notas y reportajes sobre Tierra del Fuego que aparecían en medios nacionales mientras seguía estudiando y en 1976, aún con los cercenamientos a la libertad de prensa que impartió la dictadura militar, se animó a reabrir el periódico local que había cerrado. “Duramos diez números” se jacta Mingo cuando lo cuenta, pero lejos de amedrentarse insistió y fue más allá, como diría Sabina, “desafiando el oleaje sin timón ni timonel”, y así fue que un poco más tarde, en 1977, entró a Radio Nacional. “No se puede hablar del Canal Beagle ni de las Islas Malvinas” fue lo primero que le dijo el director cuando entró. “Me pareció raro –recordó- porque aún no habían ocurrido el diferendo con Chile ni la guerra con los ingleses”.
Ya en el final y luego de recorrer algo de la historia de su ciudad a través de su historia, dijo que “Río Grande es una ciudad de oportunidades, un lugar al que mucha gente ha venido y ha encontrado su futuro de un modo más fácil que si se hubiera quedado en su lugar de origen. También es un espacio de oportunidades para quienes nacen acá y encuentran acá un futuro y una familia”. Mingo Gutiérrez, sello y firma.