Al entrar en la adolescencia, queremos diferenciarnos de nuestros padres, ¡es normal! Tener gustos y opiniones diferentes permite demostrar que ya no somos pequeños que “absorben” todo lo que reciben. ¡Estamos creciendo!
Poco a poco, o para algunos más rápido, nos alejamos de lo que dicen y piensan los adultos, nos vestimos como queremos y escuchamos música que nuestros padres no conocen. Incluso podemos contradecirlos y discutir a gritos con ellos. No es grave; es una manera de “separarse” de ellos, de llegar a ser uno mismo. No siempre es algo fácil ni para el adolescente ni para sus padres porque estos cambios pueden asustarlos, confundirlos.
¡Lo importante es poder compartir también momentos agradables para que
las discusiones no sean el único modo de vincularse!
En general los adolescentes eligen llevar casi siempre el mismo look…
¡Para no llamar la atención! Usar las mismas zapatillas, el mismo buzo o la misma mochila que los demás permite “confundirse” con el grupo, ganarse la aceptación de los demás. Los estudiantes se visten como todo el resto para no ser rechazados.
Sentirse integrado en la escuela secundaria es vital porque los amigos se vuelven cada vez más importantes en nuestra vida adolescente. Tenemos ganas de pasar mucho tiempo con ellos, ¡y se convierten en una segunda familia!
Después, si nos sentimos bien con los demás, podremos poco a poco dar muestras de originalidad para revelar nuestra personalidad. Pero expresar una diferencia, sea de ropa o de otro tipo, es correr el riesgo de ser rechazado, e incluso, hostigado.
¡Hay que lograr sentirse cómodos con quienes somos para poder mostrarnos un poco diferentes a los demás!
Sentirse integrado en la escuela secundaria es vital porque los amigos se vuelven cada vez más importantes en nuestra vida adolescente.
Por Florence Lotthé Glaser, escritora del libro ‘Todos diferentes’, Editorial Albatros
