La actividad comercial de la Provincia en plena agonia

#QuedateEnCasa fue el hashtag a mediados de marzo, momento en que decretaban el A.S.P.O. (Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio), la cuarentena. Esa fue la decisión de la dirigencia política argentina para hacer frente a la pandemia de COVID-19, la cual fue acompañada por la inmensa mayoría de los argentinos.

Fue en ese momento en el que las fábricas pararon las máquinas, las PyMEs cerraron sus puertas y los pequeños comerciantes bajamos las persianas. Y decidimos acompañar para “ganar tiempo”, para “aplanar la curva”, para “preparar el sistema público de salud”. Y por el lado sanitario nos fue bastante bien, aunque el costo económico fue muy alto. La actividad comercial se detuvo, pararon los servicios, cayeron las ventas, quedó “todo parado”, menos los costos fijos de los comerciantes, de los dueños de las PyMEs y los cuentapropistas.

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Los alquileres de los locales no se suspendieron, los sueldos de los empleados no se postergaron, las facturas de la luz, el gas, el teléfono y de internet se amontonaron, como se amontonaron las deudas con la Nación, la Provincia y el Municipio, quienes postergaron, pero no pararon la recaudación de la A.F.I.P. el A.Re.F. y Rentas. Y llegamos a mayo prácticamente en bancarrota, sin apoyo real desde el estado, sin políticas económicas por parte de la dirigencia política para reactivar la actividad. No hay apoyo, no hay recursos, no hay acompañamiento, ni hay ideas.

Toda la actividad política se limita mantener el timing en los medios, haciendo demagogia sobre “la noticia mediática de cada día”. Los que ayer discutían sobre coparticipación y goteo diario, hoy alientan la apertura de los negocios, sin tener elaborada una sola propuesta o protocolo para llevarla adelante.

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Quisimos plantear el tratamiento de una Ley de Emergencia Comercial y PyMEs, pero la Legislatura provincial, un caso único en el país, directamente la clausuró las sesiones.

#YoMeQuedoEnCasa publicamos muchos de los que acompañamos desde el sector privado, sin saber que ya no volveríamos prender las máquinas, ni abrir las puertas, ni levantar las persianas.