La sordoceguera: una discapacidad singular

Entre las deficiencias concurrentes a la ceguera y a la deficiencia visual, existe una que presenta características muy especiales y complejas: la sordoceguera. Los profesionales la ven como un todo, por ello utilizan la palabra «sordociego» y «sordoceguera».

Esta discapacidad, generada por la combinación de déficit graves de visión y audición es única entre todas las demás discapacidades, ya que una persona con cualquier otra discapacidad que no sea la sordoceguera puede utilizar la visión o bien la audición, o ambas.

Por eso, es importantísimo comprender el concepto de sordoceguera, las necesidades básicas y las claves para la inserción social de las personas sordociegas.

Esta característica de la no conexión inmediata con el ambiente y la necesidad de utilizar el sentido del tacto para recibir la información y comunicarse con el medio y con los demás, hacen de la sordoceguera una minusvalía «única», que no puede contemplarse como «la suma de dos».

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De esto se deriva la necesidad de estrategias y técnicas específicas, tanto para educar a los niños con sordoceguera, como para facilitar la adaptación a su nueva situación, de los adultos que han quedado sordociegos, es decir, se requieren servicios de calidad que posibiliten un acceso adecuado al medio.

El papel de quienes los rodean, de los profesionales que trabajan con ellos y de la aceptación social general son fundamentales: las personas sordociegas no estan en condiciones de realizar, por sí solos, la hazaña de construir puentes que vayan desde los límites de su
percepción hasta el mundo exterior, sino que necesiten el apoyo de todos.

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Para conectar y entrar en el contexto, primero hay que aprenderlo y comprenderlo. Con los niños sordociegos se trata de construir el mundo desde el principio, mientras que con los adultos consiste en reconstruirlo de nuevo.

El 27 de junio, se ha declarado como el Día Internacional de la Sordoceguera, según la «Declaración de las Necesidades Básicas de las Personas Sordociegas», en Estocolmo, Suecia, en el año 1989.

Esta determinación se hizo en homenaje al natalicio de Helen Keller, quien representa un modelo de persona sordociega exitosa.