Como si estuviéramos en la Edad Media, el Concejo Deliberante de Tolhuin acaba de protagonizar uno de los papelones institucionales más escandalosos del año: declarar a la leña como un derecho humano básico.
En pleno 2025, cuando medio mundo discute cómo aplicar inteligencia artificial para mejorar la calidad de vida, en Tolhuin aún debaten cómo repartir troncos para no morir congelados. Una postal que grita abandono, atraso y ausencia.
La ordenanza fue votada por unanimidad, y en lugar de impulsar soluciones modernas, decide institucionalizar la precariedad. En vez de gestionar un servicio digno, prefieren entregar leña como si fuera una conquista social. ¿Dónde quedaron las promesas de progreso?
La iniciativa, lejos de ser un alivio, es una radiografía brutal del fracaso político. Convertir la leña en un derecho humano no es un avance: es aceptar públicamente que el Estado no pudo garantizar servicios esenciales.
Y mientras tanto, los vecinos siguen peleando contra el frío, esperando que alguien –alguna vez– se anime a gobernar en serio.