Los míos, los tuyos y los nuestros. ¿Quién tiene derecho a qué?

Convivimos. Mis hijos duermen en casa seis de siete noches, aunque pasan tres tardes con sus padres y todo el sábado. A su vez, la hija de mi pareja viene dos noches a la semana, y está todo el domingo y los feriados. En vacaciones viene la mitad del tiempo. El hijo más pequeño de mi pareja (con otra mujer, no con la madre de su hija), tiene casi dos años y estamos (hablo en plural porque es proceso que vivimos completamente juntos) de mediación en mediación esperando por un acuerdo definitivo que le permita a mi parejo tenerlo más horas y alguna noche.

Compartimos con él unas horas los domingos. La primera vez que el chiquitín vino a casa también estuvo la hermana de la hija mayor de mi pareja, que vive con ella en la casa de la madre pero no es hija de la madre sino de la pareja de la madre. No hay un solo integrante de esta casa que sea hermano bilateral, somos todos medio hermanos.

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Yo, con mis hermanos, mi pareja con los suyos y todos nuestros hijos entre sí. Eso implica que todos tienen o tuvimos, «la otra casa». La casa en la que vivimos pero no tanto, la casa en la que las cosas son diferentes, en la que las reglas cambian y podemos vernos distintos. Somos «los tuyos y los míos», porque los nuestros no llegaron.

A veces deseamos tener un hijo propio, aunque sabemos que se nos acaban «los viernes libres» y que no tenemos, ninguno de los dos, familia extendida disponible para apoyarnos.
Pero queremos… queremos ser padres juntos. Y nos preguntamos cosas como: «Ya son cuatro y no entran en el auto todos juntos, ¿cómo vamos a ir de vacaciones?», «¿Cuánto sale una camioneta?», «¿Cuántas camas entran?», «Hay que cambiar la mesa de cuatro sillas por una más grande, la heladera por una más grande», «hay que comprar un nuevo lavarropas». Son cosas que a cualquier virginiana le preocupan.

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Básicamente, los errores de los ex serán arrastrados y pagados por la pareja actual o padre afín. Si los ex crían de cual o tal manera, si consideran la salud de tal o cual manera, si consideran los valores, el respeto, la ética, de tal o cual manera, si eligen educación pública o privada, si comen o no harinas, si pagan mega cumpleaños en salones de fiesta… todo eso es arrastrado y digerido en la pareja actual, que tiene el deber de nivelar entre todos sus hijos y de atender a las necesidades de paradigmas ajenos.

Congeniar con una nueva pareja con hijos es la parte más fácil, lo difícil es congeniar, a través de tu pareja, con sus ex. Lo difícil es amarlos, bañarlos, pasearlos y después quedarse afuera de los cumpleaños del jardín porque no sos ni padre ni abuelo ni tutor. Lo difícil es verlo pelear solo, a tu compañero, en una sala de mediación, esperar en la sala de espera y tener disponible el abrazo. Porque sí, por más que los amemos, no son nuestros
hijos. Podemos decirle al peque «andá con papá, andá con tus hermanos (nuestros hijos)», pero cuando le decimos «vení con… » no es «vení con la tía», no es «vení con el novio de mamá», no es «vení con el padrastro».

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Entonces aparecen nuevos apodos, nuevos roles, que no tienen nombre, pero se fabrican, porque valen un rol nombrado.

Por Violeta Vázquez y María Andrea Gonzalez, autoras de ‘Ensambladas, todo tipo de familias’ (Ed. Albatros)