Discapacidad en la familia: convivencia entre hermanos

Convivir es un arte difícil que supone proyecciones, identificaciones, introyecciones, prejuicios, temores y mitos en una relación profunda de amor y comprensión que se teje en el día a día. Supone hablar de relaciones, proyectos, incertidumbres y vínculos que se generan entre quienes se encuentran conviviendo.

En el marco de jóvenes con discapacidad, los hermanos presentan un lugar fundamental en la cotidianeidad de la convivencia. Al encontrarse con otro semejante pero a la vez distinto, genera muchas veces temores, rivalidad, celos y preocupaciones. En tales casos, se observa muchas veces situaciones en las que los hermanos observan una asistencia desmedida de los padres para con el hermano con discapacidad; padres que le han otorgado una importancia fundamental a las dificultades de ese sujeto por sobre otros conflictos de otros miembros de la familia; presencia de profesionales que acompañan al niño con discapacidad desde edades tempranas.

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De allí que pueden darse diferentes formas de vinculación entre hermanos que no poseen una discapacidad con aquel que sí la presenta. Así es que pueden aparecen vínculos de indiferencia, de agresión y rivalidad, de tristeza o de pesar, de tolerancia y de responsabilidad excesiva.

El primero de ellos, el de indiferencia, supone hermanos que se mantuvieron alejados del problema ya que se encontraron sufriendo por largo tiempo. En ellos se cronifica un sentimiento de desesperanza que pareciera culminar en sujetos insensibilizados. En estos casos, son hermanos que han mantenido una distancia afectiva para poder seguir adelante con sus vidas ya que, se sintieron durante la crianza, desplazados de aquellos cuidados que necesitaban y se encontraban depositados en aquel hermano con discapacidad.

Otro vínculo, es la agresión y rivalidad. Si bien la rivalidad es normal en vínculos semejantes, fraternos, en muchas ocasiones estos padres han vivido con miedos el proceso de crianza de sus hijos teniendo uno de ellos con discapacidad, alimentando inconscientemente sentimientos adversos en el hijo más necesitado.

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El vínculo de tristeza o de pesar fue el que acompañó a estos hermanos durante su crecimiento, sin ser estos sentimientos verbalizados durante ese momento reactualizándose de grandes en muchos como sentimientos de fracasos.

La tolerancia, supone el vínculo más equilibrado y maduro de procesar y reconocer presentar un semejante distinto. Supone aceptar un hermano que requiere mayores atenciones y necesidades por sus dificultades y limitaciones.

Por último, la responsabilidad excesiva supone hermanos que presentan una culpa de porque ellos pueden llevar una vida normal y su hermano con discapacidad no. Muchas veces, estos hermanos a edades adultas ocupan los roles de los padres realizando cuidados excesivos intentando que nada les falta limitando de este modo, el desarrollo de su vida personal.

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Los jóvenes con discapacidad se dan cuenta dentro del seno familiar cuando se los acepta plenamente o no. Resulta fundamental para lograr un equilibrio de vínculos, que los padres aprendan no solo a mirar y escuchar al niño con discapacidad sino que puedan escucharse y mirarse también a ellos mismos. Supone una intencionalidad de promover en cada integrante que conforma ese núcleo familiar la conciencia de conformar en cada uno de ellos su propia historia. De este modo, cada sujeto que llega a una pareja parental pueda armar su propia historia subjetiva y un lugar de libertad dentro de esa constelación familiar.

Por María Angélica Campero, psicóloga de Fundación Río Pinturas